La tarjeta de la cámara, el garrulo y el policía: un retrato de la España negra en Tordesillas

Un energúmeno, con la ayuda de otros de su calaña, exige con graves amenazas a un fotógrafo que le dé la tarjeta de su cámara con las fotos que ha hecho durante el desarrollo del Toro de la Vega en Tordesillas. El tiparraco cree que todo el monte es suyo, incluidas las personas que andan por él, y se comporta como el típico cacique de pueblo.

Si su actitud es denigrante y delictiva, la del policía local que atiende al fotógrafo es infame y merecedora de un expediente disciplinario por no defender los derechos básicos de un ciudadano que tiene el derecho a tomar imágenes en un espacio público sin que nadie le moleste,, y menos un garrulo sin autoridad alguna.

El director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, ha reiterado públicamente que los 260 agentes desplegados en Tordesillas "cumplieron en todo momento con su obligación, lo cual ha quedado demostrado en la disminución del numero de incidentes". Los graves insultos de los defensores de la salvajada y las dificultades y amenazas contra los periodistas demuestran ponen en duda las afirmaciones del ministro.

Los colectivos abolicionistas denuncian "amenazas, agresiones, pedradas, golpes e insultos" reiterados por parte de los vecinos del pueblo "con la connivencia" de las fuerzas de seguridad, según relatan veteranos animalistas que acudieron a Tordesillas. Unos hechos que se suman a las dificultades que tuvieron para trabajar los periodistas y reporteros de los medios de comunicación que cubrieron los hechos.